Ojos tristes,
suaves
y cansados.
Aún recuerdo el sofá
cerrando el paso de la puerta
y el silente metal negruzco
con el sol en la ventana.
Recuerdo la llamada,
la broma
y la invitación.
“Come, hijo, tu tía lo ha hecho con cariño”.
Y recuerdo los ojos tristes,
suaves
y cansados.
Ellos comen,
ríen, beben,
me convidan
y yo entiendo,
de a pocos,
lo que es el amor.
Ellos se besan,
se quieren, se abrazan,
y yo entiendo,
un poco más,
de qué trata el amor.
Ellos lloran,
sonríen,
perdonan
y yo entiendo,
de verlos,
cómo es el amor.
En ese momento, los veo
y ellos se miran
y lo entiendo.
Sí existe
el amor.